Ante una guerra o un virus, el amor es una tabla de salvación: Manuel Vilas

Ante una guerra o un virus, el amor es una tabla de salvación: Manuel Vilas

Ante una guerra o un virus, el amor es una tabla de salvación: Manuel Vilas

07/11/2021 - 10:00 am

El escritor Manuel Vilas comparte con SinEmbargo algunas reflexiones en torno al amor, la vida y la muerte, tres aspectos que alimentan su más reciente novela Los Besos, una historia sobre estos tiempos de pandemia.

Ciudad de México, 7 de noviembre (SinEmbargo).– “El amor es la única solución a todo”, plantea el escritor español Manuel Vilas al hablar sobre Los Besos (Planeta), su más reciente novela, ambientada en España, en la actual pandemia de la COVID-19, y que sigue el día a día de Salvador, un profesor jubilado que se refugia en la sierra de Madrid, donde conoce a Montserrat, quien lo acompaña en los días más aciagos que ha vivido recientemente la humanidad. 

Vilas comparte, precisamente, que con haber llamado a su libro Los Besos buscó decirle al lector que hay que tener confianza en la vida y volver a ilusionarse, ya que “un beso sólo se puede dar con confianza, con amor y con ilusión”. 

“He querido decirle al lector que ante cualquier catástrofe, ante cualquier momento de dificultad, ya sea una guerra o un virus, hay una puerta de salvación, hay una tabla de salvación, que es el amor a otra persona”, expresa en la plática que sostuvo con SinEmbargo.

Pero Los Besos no sólo ahonda en la necesidad de amar, también lo hace en la cuestión de seguir nuestras utopías personales, tal y como lo hace el Quijote, un personaje que junto al propio Miguel de Cervantes, acompañan a Salvador en sus diálogos y reflexiones más íntimas. Incluso del Caballero de la Triste Figura, Salvador toma la idea de cambiarle el nombre a Montserrat por el de Altisidora, al igual que el hidalgo manchego convierte a Aldonza Lorenzo en Dulcinea.

“Las utopías personales sólo hacen daño a las personas que las profesan, las utopías políticas hacen daño a las sociedades enteras. Don Quijote sólo se hace daño a sí mismo, no le hace daño a nadie más. Salvador sólo se va a hacer daño a sí mismo, no le va a hacer daño a nadie más porque las utopías personales son románticas, son romanticismo, las utopías políticas suelen acabar en dictaduras de la naturaleza que sea”, advierte Vilas.

El autor señala, en ese sentido, que el crear un mundo personal donde uno esté bien con la vida es una de las claves de su novela y puntualiza en la importancia de estar bien con la vida, de enamorarse de las cosas sencillas, las cosas humildes, ya que en ellas está la grandeza de la vida. 

“Es una novela que intenta huir del capitalismo atroz en el que vivimos, que nos está volviendo locos a todos. Intenta buscar una vida sencilla, la contemplación de un árbol, la contemplación de una naranja: hay un canto a las fruterías en la novela; la contemplación de la mano de una persona, en este caso de Montserrat, un beso. Estas cosas sencillas contienen la grandeza de la vida y la novela le quiere decir al lector que busque esas cosas”, reflexiona.

Pero al igual que habla del amor, Manuel Vilas lo hace de la muerte, esa otra presencia que ha acompañado a mujeres y hombres durante estos tiempos de pandemia y que ha llevado a la vida misma a adquirir un nuevo significado.

“La muerte la hemos vivido de manera muy angustiosa porque no se podía despedir a las personas que fallecían, que morían. En la novela hay un personaje secundario, hay un anciano que muere en soledad, sin embargo, no muere en vano porque al morir solo también conoce la muerte de otra manera. Lo que quiero decir es que los seres humanos pueden encontrar belleza y misterio en cualquier momento de sus vidas”, sopesa Vilas.

Los Besos, de Manuel Vilas. Foto: Planeta.

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Los Besos es una novela escrita desde el encierro y que reflexiona sobre el estadio en que nos encontramos. En ese sentido, Manuel, ¿qué consideras que ha cambiado sobre la esencia humana a partir de la pandemia?

—Creo que se ha creado una desconfianza hacia la vida. Hay miedo y hay desconfianza. Yo creo que la gente ha sufrido emocionalmente, hay una herida emocional que va a ser difícil curar porque no es física, es psicológica. Entonces, hay que volver a tener confianza en la vida, precisamente el título de la novela, Los Besos, intenta decirle al lector que hay tener confianza; un beso sólo se puede dar con confianza, con amor y con ilusión. Entonces, hay que volver a ilusionarse y a tener confianza en la vida. Esa es la idea.

—El otro eje, el fundamental, el que atrapa tu atención y te obliga a no parar de leer es el que alimentan Salvador, el protagonista, y Montserrat, quienes se lían en una relación romántica, y que trae a mi parecer a luz ese otro componente que hemos vivido en estos tiempo COVID: el amor. ¿Cuál es la trascendencia de amar en estos tiempos?

—El amor es la única solución a todo. Eso ya lo sabíamos, pero a veces la Literatura lo que hace es recordar lo que ya sabíamos y que por razones sociales o políticas a veces olvidamos. Entonces, yo lo que he querido decirle al lector es que ante cualquier catástrofe, ante cualquier momento de dificultad, ya sea una guerra o un virus, hay una puerta de salvación, hay una tabla de salvación, que es el amor a otra persona.

El amor es fundamento de la vida y bueno había que recordarlo, había que recordar que sin amor es muy difícil vivir. Esto ya lo sabemos, pero yo pensé que había que recordarlo. Muchas veces la Literatura lo que hace es verbalizar algo, poner palabras a algo que por instinto humano ya sabemos.

—El amar es un sentimiento que se queda del lado de la vida, pero que también se estremece y se reconfigura a través de la muerte, con la cual hemos convivido más cerca en estos últimos ya casi dos años. ¿Ha cambiado el entendimiento y el temor que tenemos de la muerte, a tu parecer, Manuel?

—Bueno, la muerte la hemos vivido de manera muy angustiosa porque no se podía despedir a las personas que fallecían, que morían. En la novela hay un personaje secundario, hay un anciano que muere en soledad, sin embargo, no muere en vano porque al morir solo también conoce la muerte de otra manera. Lo que quiero decir es que los seres humanos pueden encontrar belleza y misterio en cualquier momento de sus vidas.

—Pareciera que Salvador hace honor a su nombre y tiende precisamente un salvavidas a Montserrat, pero también lo hace el lector. ¿Crees que Salvador es una especie de guía sobre todas estas angustias y vivencias que muchas veces no parecemos comprender del todo?

—El nombre lo puse precisamente por la palabra salvación, salvar a otra persona. Una de las fuerzas más hermosas que puede hacer un ser humano es salvar a otro ser humano, de lo que sea: salvarlo de la angustia, salvarlo de la muerte, salvarlo del dolor, salvarlo de cometer una gran equivocación. La bondad es un misterio también y la bondad es salvadora, salva a otra gente. Ser bondadoso es intentar salvar. 

Salvador le da muchos consejos a Montserrat y le da consejos que en realidad van contra sus propios intereses porque son consejos que buscan acercarle a su hijo, hijo del que ella es madre y que no puede ver, pero él prefiere ser bondadoso a ser egoísta, y ahí es que se muestra como una persona salvadora.

—Pero además es un personaje, como lo has mencionado tú, que materializa, que nos trae a cuento todo esto que ya sabemos o que deberíamos de saber y que parecemos olvidar de vez en vez. Lo menciono porque en varios momentos de la novela da luz a varias situaciones, les da nombre, las explica. ¿Cómo entender a Salvador en esta reflexión filosófica que va tendiendo a lo largo de la novela?

—Es un hombre muy idealista, busca la belleza, busca el amor, se mueve en terrenos de la utopía. Está leyendo El Quijote. Ve en el Quijote una guía, él quiere ser como el Quijote, quiere llevar a cabo una utopía. Piensa que en la vida hay que buscar belleza, hay que buscar pasión. Entonces es una persona intimista y romántica, y que le viene a recordar al lector que los ideales personales son necesarios para vivir y la belleza es también necesaria para vivir. Él se ha enamorado de esa mujer y la adora, está fascinado por la belleza de esa mujer. Todo eso le crea una gran ilusión y gracias a esa ilusión pues su vida es mejor.

—En esta especie de fin del mundo, del mundo como lo conocíamos, que en un inicio significó para muchos el inicio de la pandemia, Salvador elige llevar consigo esta obra trascendental, El Quijote de Cervantes. La obra y el escritor por momentos juegan un rol como el de otro personaje, ¿consideras que es así o cuál el papel que desempeñan esta referencia, en Los Besos?

—Bueno, es una lectura que a Salvador le entusiasma porque él piensa que Don Quijote es alguien que está viviendo con muchísima pasión su vida. Es verdad. El Quijote es un loco para los demás, pero para él mismo —Don Quijote— está viviendo una vida fascinante. Dentro de su corazón, Don Quijote está lleno de pasiones, está viviendo con una enorme intensidad sus aventuras, sus batallas, sus alucinaciones, el personaje de Dulcinea que se ha inventado… está loco, pero está viviendo la vida de manera intensa y eso es lo que le fascina a Salvador, la intensidad de la vida de Don Quijote, que para nosotros es chifladura, para nosotros es locura, pero para Don Quijote no es locura, para Don Quijote él tiene un gran ideal en la vida.

Eso es lo que le asombra a Salvador, la gente que es capaz de crear un gran ideal en su vida y ser fiel a ese ideal porque él ve que esas personas que crean ideales, utopías, pues tienen una relación más maravillosa con la vida, más intensa. Claro, son utopías personales, Don Quijote es una utopía personal no una utopía política.

Las utopías personales sólo hacen daño a las personas que las profesan, las utopías políticas hacen daño a las sociedades enteras. Don Quijote sólo se hace daño a sí mismo, no le hace daño a nadie más. Salvador sólo se va a hacer daño a sí mismo, no le va a hacer daño a nadie más porque las utopías personales son románticas, son romanticismo, las utopías políticas suelen acabar en dictaduras de la naturaleza que sea.

—¿Tendríamos que escuchar un poco de esas utopías personales cada uno de nosotros, al igual que lo hace el Quijote, al igual que lo hace Salvador para disfrutar de ciertos aspectos de nuestra vida? 

—Sí, sin duda. Esa es una de las claves de la novela. Esa es una de las propuestas que le hace la novela al lector. Tienes que crearte un mundo personal donde tú estés bien con la vida, tienes que enamorarte de las cosas sencillas; hay un canto a las cosas sencillas en la novela, las cosas humildes, hay una búsqueda de lo humilde, de lo sencillo, y le viene a decir al lector que de esas cosas está la grandeza de la vida. 

En ese sentido es una novela que intenta huir del capitalismo atroz en el que vivimos, que nos está volviendo locos a todos. Intenta buscar una vida sencilla, la contemplación de un árbol, la contemplación de una naranja: hay un canto a las fruterías en la novela; la contemplación de la mano de una persona, en este caso de Montserrat, un beso. Estas cosas sencillas contienen la grandeza de la vida y la novela le quiere decir al lector que busque esas cosas.

—Por último, Manuel, ¿crees que la pandemia nos ha llevado a reaprender lo que es amar?

—Ojalá, ojalá fuese así. Ojalá. Yo creo que muchas personas sí que se han dado cuenta de que el amor es importante y probablemente eso ha sido por la pandemia. También es verdad que muchas personas se han divorciado en la pandemia. No lo sé. Fíjate que yo pienso que todavía es pronto para saber. Que nos ha afectado, es evidente que nos ha afectado mucho, psicológicamente nos ha afectado mucho y no sé cuándo volvamos a tener una vida con más confianza en los demás.